viernes, 28 de septiembre de 2007

Memorias desde la granja

Memorias de la granja

Verónica Sánchez


La larga espera en una clínica del seguro social
es algo tan parecido a la vida
esperas hasta más no resistir
y cuando ya no aguantas,
realmente ya no soportas, oyes tu nombre.

Javier Payeras (Soledadbrother)



Te despiertas como todos los días, con el incesante pitido del despertador haciendo eco en tu cabeza, inexorable como la soledad que muerde tus entrañas desde el extremo frío de la cama, con el espejo morboso atisbando tu cadáver adormilado de librar batallas invisibles contra el sórdido insomnio, desde la puerta entreabierta del baño.

Desayunas café soluble y el cigarro acostumbrado, mientras relees las noticias del día anterior, que parecen repetirse infinitamente cada mañana, con distinta fecha en el encabezado del diario. Respiras el aroma del café, lo sientes llenar tu interior, un aroma de esperanza que te transporta a mejores amaneceres; el tabaco te hace sentir mareada, pero te refugias en el sentimiento de una muerte lenta, igual a la que sientes cada vez que el asalto de los recuerdos declara tu mente como campo de guerra.

Lanzas el periódico al cubo de la basura, algunas hojas se rehúsan a entrar en él, en una de ellas se ve la fotografía de un joven de unos veinticinco años sobre la plancha de la morgue, aún con la soga atada al cuello, adivinas los hematomas yacientes tras la cuerda –el último collar que usó, quien necesita uno más elegante cuando la cita es a la última a la que se irá-, el hedor de la pureza de un corazón atribulado –el licor conserva los recuerdos mejor al formol- por una huida desesperada : la puerta que los cobardes nunca cruzan, el último acto de libertad regalado por Dios a la humanidad. “Se mató por hambre” dice el encabezado – “cruzó la última puerta y fue libre” habrías escrito de ser la autora. Piensas en su forma de suicidio, no es tu mejor elección (siempre has pensado en tu suicidio como una despedida melancólica, envuelta entre frascos de tranquilizantes).
Repasa con la mano las marcas talladas sobre la mesa, ochenta y cinco canales por la misma cantidad de suicidios, tomas un cuchillo, lo pasas por la mesa para sumar una marca más, te preguntas que proporción de ellas corresponderá a mujeres.

-Tal vez en verdad somos más fuertes- aspiras una última bocanada de humo a modo de brindis respetuoso- va por ti, mártir de la miseria.
Te levantas despacio, caminas hacia el baño acariciando las paredes con la punta de los dedos, al llegar le guiñas un ojo al espejo y abres las llaves del agua; entras a la ducha y tomas las navajas de rasurar, una explosión de adrenalina recorre tu espina mientras, la dejas acariciar la piel de tus muñecas. Sientes la sangre recorrer tus venas, mezclada con besos y olorosa a sudores, vestida de rostros y cuerpos, roja como la pasión y espesa como la oscuridad. Agua y lágrimas rodean el drenaje para luego perderse para siempre al lado de la espuma de jabón y restos de velos que resbalan por tus piernas. Cierras la llave y estiras la mano buscando una toalla. Te vistes maquillas y sales a trabajar.

Caminas hacia la esquina, levantando el polvo acumulado sobre la calle gravada y aún sin barrer, compras el periódico del pequeño puesto de revistas un par de metros antes de la parada del autobús, lo abres en la sección roja, compruebas tu pronóstico, sonríes y lo colocas bajo tu brazo mientras usas el otro para hacer la parada al camión que se aproxima.

Cuando llegas a la oficina, las sensaciones de siempre te invaden, la misma gente, los mismos escritorios de madera comprimida como monumentos al cambio innecesario, las mismas plantas artificiales agazapadas en las esquinas, esperando el momento adecuado para retorcerse y morir a la sombra de los enfriadores de agua, la misma punzada en el estómago –a la que ya te has acostumbrado- cuando cruzas la mirada con la de tu ex novio, quién te termino tras acostarse contigo. Tu cuerpo se llena de besos y caricias falsas, tu carne se inflama del fuego devorador del alma y tu corazón comienza a latir más lento, esforzándose por empujar el líquido espeso por tu interior, la sangre parece querer escapar por tus mejillas. Pero pasas de largo sin decir una palabra y tratando, en vano, de no pensar en el dolor, piensas que la vida es siempre así, no sientes nada sino el vacío, el corazón incompleto que tiembla entre la mirada relampagueante para dejar escuchar el trueno después, luego te enamoras y piensas en lo mucho que duele vivir, reconoces el dolor –el destello punzante y afilado- que te corta en dos cada ventrículo, vena y arteria del ya por sí maltrecho músculo, es entonces cuando te reduces a levitar, a flotar inconsciente alrededor de una navaja de afeitar, contando muescas en una mesa vieja mientras deseas tener la fuerza para empujar la navaja algunos milímetros dentro de la carne y dejar de sentir el beso frío de la ausencia cada mañana. Pero no obtienes lo que deseas nunca lo haces.

Sumida en los dobleces de tu mente, tus ojos escapan por la ventana que brilla como aquella luz protagonista de leyendas de quirófanos y experiencias cercanas a la muerte. Te acercas a abrirla con pasos cortos, calculados, y observas el cielo, la brisa de la tarde se enreda en tu cabello, te murmura en el oído palabras viejas, destila impasible el odio que oscurece la sangre. El dolor se hace más intenso mientras miras los autos y las personas pasar sin darse cuenta de lo que sucederá justo sobre sus cabezas, cada uno inmerso en su propia ignorancia, su hedonismo irreverente como agujas calientes penetrando tu cerebro, su machismo hereditario, su feminismo aligerado por valores decadentes, su ambigüedad repulsiva como el tufo de la vida. No aguantas más.

Comienza a atardecer, y por momentos se vuelve imposible distinguir dónde el cielo deja de derramar tibia sangre sobre la acera, dónde termina la ilusión de un cuerpo que mancha de fuego y desesperación las nubes y comienza de nuevo el mundo de los hombres, la imagen permanece hasta cuando el sol oculta su cara manchada de navajas, sogas y barbitúricos para terminar de morir en algún oscuro resquicio astral.

Te alejas de la ventana, debes regresar a tu casa, tu mesa, tu identidad inefable y hacer una nueva muesca en honor al suicida del edificio de enfrente. Sin ese refugio te convertirías sin duda en otro trazo sobre alguna mesa o pared solitarias en algún punto de indeferencia entre la ciudad y un corazón sin nombre –como tú- a medio morir.
p.d. un saludo a todos.

¡¡PORQUE USTEDES LO PIDIERON!!

zhizue dijo...

y que paso con plastisex para la mujer sólo ustedes gozan?
olvidenlo cambio de opinión, creo que otro más en mi casa, no gracias.....Tere

Flor De anda dijo...

No hacen plastim@chos porque ya tenemos suficiente plástico con ustedes, hombres.

Saluditos ;)

Porque ustedes lo pidieron, el nuevo producto para la mujer insatisfecha Plastimacho©. El muñeco al que no se le cae el muñeco.

Y ya nos habíamos tardado. Nuestra empresa al ver las necesidades de las mujeres de este mundo, creamos este nuevo producto para usted. Creanlo o no, el Plastimacho© está aquí para usted.

Directamente desde Japón, viene la tecnología de punta para todas aquellas que necesitan de un semental a su lado. Son para todas desde las frígidas, las solteras, las que creen que no necesitan a un hombre, las de la vida de amigas que creen ser como la serie S.O.S., para las viejas y para ¡¡LOS HOMOSEXUALES!!

Olvídese de los consoladores que consumen infinidades de pilas, Plastimacho© no necesita de pilas, conectelo junto con su celular, o si está en su coche, el Plastimacho© lleva un adaptador.

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Si usted es una mujer que hace valer su supremacía de mujer, no se preocupe contamos con la figura de Sergio Andrade, que aunque usted no lo crea, ¡¡Contiene cientos de insultos que la harán Gritar de gozo!!

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No sea una mujer independiente sin su Plastimacho©.

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jueves, 27 de septiembre de 2007

Plastisex©




Olvídese de la terrible ausencia de sexo en su vida. Ya no piense que ninguna mujer es para usted. Porque Juan José Arreola lo había pronosticado en su cuento “Publicidad”. Le traemos la Plastisex©.La mujer del futuro, creada con polímeros de alta escuela y un material que simula como ningún otro la piel humana.

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Plastisex© fue creada para compartir sexo seguro y de calidad para la mujer. Y es que esta muñeca es una herramienta para que los hombres entrenen posiciones sexuales para satisfacer a su mujer. Así, Plastisex© se convierte en el aliado número uno de mujeres que sufren porque creen ser frígidas y no saben que sus hombres son los culpables.

Plastisex© está avalado por un sin fin de gobiernos que luchan contra la sobrepoblación y otras plagas, así como las organizaciones religiosas que no permiten la infidelidad, aborto y poligamia.

El precio de la Plastisex© es de 2500 pesos, pero si usted llama y dice que lo vio en este blog, el precio es de 2400 pesos. Estamos tan seguros de la calida de este producto que cuenta con nuestra satisfacción personal, que si no le complace en una semana le devolvemos íntegramente su dinero. Así como lo lee, íntegramente su dinero, además le dejamos la cabeza del Plastisex© como regalo.

Ordene ahora. Porque la masturbación es cosa del pasado, ahora acicálese con su Plastisex©.


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El acto del mimo


Siempre he tenido miedo a los mimos. Deberían ser un asunto de risa, pero hay personas, como yo, a quienes nos causan terror. Cómo explicarlo: digamos que me parece muy deprimente que alguien tenga que pintarse la cara, vestir pantalones anchos y exagerar sus movimientos para ofrecer un espectáculo. Aunque pensándolo un poco, es algo que solía hacer en mi adolescencia, cuando tocaba en una banda de death metal.
Quizás por ello, la muerte de Marcel Marceau me cause un conflicto emocional. Por un lado reconozco en él a un gran artista del siglo pasado, creador de rutinas clásicas de la pantomima, pero por otro, la noticia se enlaza terriblemente con mi experiencia del martes en la tarde.
Algo tienen mis ex compañeros de preparatoria que, una vez alcanzada la madurez, parecen vivir para sus hijos, trabajar para sus hijos y contactarnos en el Messenger sólo para hablarnos de sus hijos, pero al mismo tiempo son incapaces de ofrecer una fiesta infantil en el que no haya por lo menos una mujer que termine llorando por una crisis nerviosa.
Todo parecía estar en orden ese martes. El recorrido por el local me hizo reconocer a todos esos tipos detestables de mi adolescencia que no se cansaban de jugarse bromas pesadas entre ellos y que milagrosamente se habían convertido en gente responsable después de tomar un retiro de Jornadas. Se casaron rápido, obtuvieron trabajo pronto y ahora no se cansaban de invitarme a conocer sus viviendas, como si en ellas hubiera algo más que recámaras y baños.
Cuando uno ya se siente aburrido en un evento al que estuvo obligado a asistir, sólo se preocupa de que lo vea quien lo invitó. En este caso, Manuel –una de las mentes más brillantes de mi grupo, pero que había encontrado en la procreación el placer que no le daban las Olimpiadas de Matemáticas- había salido a buscar unos regalos, por lo que sólo estaba esperando su pronta reaparición para marcharme.
Lamentablemente, antes de su llegada, sin anuncios de por medio ni fanfarrias, entró a escena el payaso Caguamito, un señor de mediana edad, de ropa rota y deslavada, que parecía haber sido maquillado por un drag queen pero con síndrome de Tourette.
“¿Eso es un payaso?”, le pregunté a Salomón, quien había terminado casándose con Ana, aquella chica amable del salón, capaz de organizar kermeses cada mes.
“Pues un ex compañero no es”, me respondió mientras acariciaba cariñosamente la pierna de su mujer.
El payaso indicó con señas que haría una rutina de pantomima.
“¿Cómo puede alguien contratar a un tipo que se hace llamar Caguamito?”, proseguí en voz baja, mientras una música de los años 50 inundaba el salón. “¿Qué tenía Manuel en su cabeza?”
“Ah, ya conoces a Maney. Práctico, impaciente, ahorrativo. Seguramente ese payaso fue el primero que se ofreció a trabajar por una botella de blanco”, me murmuró Salomón, entre risas.
“¡Pero es horrible!”, espeté. “Es una de esas personas que sabes que necesitan medicación todo el tiempo. Velo. Un hombre normal no camina de esa manera”.
“Estás paranoico. Está haciendo como si caminara en la luna”.
“Espérate. ¿En qué momento pasamos a la luna?”, nos interrumpió su mujer, que se había acercado a compartir la plática. “Yo había entendido que representaría un safari en África”.
Me toqué la frente en señal de preocupación.
“Déjame adivinar”, volvió a decir mi amigo mientras entrecerraba los ojos, como si el gesto lo hiciera ver más claro. “Ya. Un cebú, sin duda alguna. Está representando un cebú”.
“Caramba, Salomón, un cebú no pone sus patas delanteras como tiranosaurio Rex. ¿Qué demonios es, una suricata?”, dijo Ana.
“¿Con alas?”, precisó.
“No sé. No estoy segura de que ese movimiento de manos signifique un ave”.
“Ana”, le corrigió el marido, “representar un pájaro con las manos es un ademán universal. Es como pedir la cuenta en el restaurante. No da lugar a dudas”.
“Pues…”, empezó a decir ella para justificarse, pero no encontró las palabras.
El mimo pegó los dedos de la mano e hizo la mímica de que estaba cortando algo.
“Mmm”, conjeturó la mujer, “eso podría tratarse de un filete miñón, una ballena jorobada o un pastel de boda”.
“Amor”, le reprendió Salomón, “si acabas de venir del Carmen, dime cuántos cubiertos usaron para destazar a la ballena. ¿Quinientos, seiscientos cincuenta? Me parece particularmente difícil que cortar esas tres cosas tenga algún parecido”.
“No sé”, se explicó ella. “Este tipo es malísimo, no entiendo nada de lo que quiere decir”.
“Yo diría que es como si estuviera representando a cinco chinos en una bicicleta de circo”, aventuró mi amigo mientras se tocaba la barbilla.
“Nadie mueve más los brazos que las piernas mientras monta una bicicleta”, le precisó su mujer con tono vengativo. “Es… no sé… como si estuviera empacando un muslo de cordero y ahora lo rodeara con cinta de embalar”.
“¡Estás loca o qué!”, se alteró Salomón, al punto de que alzó la voz. Inmediatamente recuperó la compostura. “¡Alguien que empaqueta carne se palpa con tanta insistencia la vena del brazo!”
El asunto ya me estaba desesperando y yo sólo lanzaba miradas patéticas a la puerta, a la espera de que Manuel se apareciera de un momento a otro.
“¿La vena del brazo?”, respondió Ana, “¿cuántas cosas pueden representar eso? Mejor voy por Alfonsito”.
Salomón bufó como un toro enojado. Ese hombre transformado por la vida había desaparecido. Murmuró dos o tres cosas horribles sobre la monogamia mientras sacudía una y otra vez los pantalones, como si tratara de sacarse un insecto. Yo tomé una lata de refresco y me alejé sin despegar mis labios del popote.
Discretamente abandoné la fiesta. No crucé palabra con nadie más. Cuando volví la cara para darle un último vistazo a la celebración, descubrí a Manuel del otro extremo preguntándome con ademanes por qué me iba. Le dije adiós con la mano y me señalé la muñeca con el índice. Supuse que sí me había entendido.

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Gracias por cumplirnos



“¿No fue increíble? Britney Spears, damas y caballeros. Wow. Tiene 25 años y ya ha
logrado todo lo que va a lograr en la vida.”

- Sarah Silverman (Premios MTV 2007)


Satisfechos. Saciados. Contentos. Alegres. Incontables adjetivos parecidos pueden describir lo que experimentamos la semana pasada, incluso quienes no lo presenciamos en vivo pero que gracias a los medios de comunicación, a los amigos, a los conocidos, a los vecinos y todo ser humano vivo en la Tierra nos enteramos del asunto para dibujar –al igual que todos ellos- una grandota sonrisa en el rostro.

No era para menos. Se veía venir y la tragedia ocurrió, incluso más allá de lo que nuestra imaginación pudo concebir; de ahí el revuelo y el impacto de la nota hasta hoy día. ¿Por qué escribir sobre un evento tan frívolo habiendo tantas noticias reales, relevantes y terribles en el mundo? Porque somos malvados. Porque disfrutamos con endiablado placer la caída y el sufrimiento de las demás personas, y si es un conocido, más y mejor aún, porque a los famosos aunque no los conozcamos en persona y nunca hayamos cruzado un buenos días con ellos, es como si fueran nuestros parientes consanguíneos, pues ni a nuestros propios familiares les conocemos la biografía integra: novios, amantes, lunares en la espalda, excesos, borracheras, fotografías de su sexo depilado, pasta de dientes favorita, etcétera. Afrontémoslo, no hubo alguien –excepto sus familiares de verdad, y aún tengo mis dudas respecto a ellos- que no se regocijara al ver que la hermosa y tierna chica que un día apareció de la nada disfrazada como colegiala para conquistar el mundo entero (incluido el medio oriente fundamentalista, donde los barbones de Al Qaeda al parecer son también unas comadres de clóset que no se pierden una nota de las revistas de cotilleo para poder amenazar de muerte a las “prostitutas” occidentales) ha terminado su metamorfosis en una señora divorciada, gorda y fodonga, madre de dos hijos, que baila con pañal y sostén negros sin el menor recato delante de millones de personas como sólo podía hacerlo una señora divorciada, gorda y fodonga madre de dos hijos y adicta a las drogas. Es horrible pero es la cruel verdad. Y nosotros lo sabíamos. Y no sólo lo sabíamos sino que como leonas agazapadas tras la espesa hierba esperábamos el punto álgido de nuestra hambruna para brincar sobre el antílope cojo, tuerto y viejo de la manada que disfruta sus últimos sorbos de agua en el río. La presa era segura. Más cuando los rumores decían que la chica que un día erotizó por igual a mujeres y a hombres de todas las edades y estratos sociales por bailar como una amazona envuelta en una serpiente pitón había llegado a Las Vegas con cuatro días de antelación para tener un triunfal retorno ante las cámaras de televisión, pero que optó por utilizar esos días para ser ella misma, es decir, pastorearse ebria de fiesta en fiesta y dilapidar una fortuna despidiendo a su estilista particular, que trajo en un jet privado ex profeso para que hiciera milagros con su blonda cabellera, al igual que a los insolentes diseñadores de moda que le habían confeccionado un bonito vestido que ocultaba su renovado abdomen de albañil.

Las luces del escenario se encendieron y todos recibimos lo que esperábamos, incluso más, por eso estaremos en deuda con ella hasta la muerte (su muerte, desde luego). A nadie le importaban los ganadores de los premios de MTV, o las epidemias, o las guerras, o las injusticias que azotan al mudo. Britney era el centro del Universo. Un centro bastante gordo y torpe. Y nosotros, con la boca abierta, atónitos esperando a que rodara como un barril por las escaleras. No sucedió, claro, eso era pedir demasiado. Pero nos complació verla dar unos pasitos erráticos de porcino recién nacido, poniendo a prueba y al límite la fuerza de su cuerpo de bailarines que le ayudaban (al mismo tiempo que se herniaban) a subir los peligrosos peldaños de las escaleras del escenario de dos centímetros de altura. Total, que la presentación en su conjunto fue un hermoso desastre y está de más ahondar en detalles como el playback, la uña postiza que se le cayó y todo lo que ya se comentó hasta el hartazgo en los medios y en nuestras interminables charlas diarias de oficina. Lo que cabe resaltar es lo que ocurrió desde que la madre de familia abandonó el escenario hasta los minutos en que escribo este artículo y los minutos, horas, días y años venideros. Todos sabemos que la vergüenza ajena vende, y mucho, pero no sospechábamos cuánto y hasta qué punto. Y más cuando un batallón de fenómenos (sólo uno se hizo famoso, el más ridículo, por su puesto) ha salido en su defensa, y otro batallón de pobres diablos se toman la molestia de parodiar a los plumíferos defensores de lo indefendible. El resultado: La Britney más famosa de la historia, más aún que cuando era una profesional y se mataba en el gimnasio y en la pista de baile durante meses para que su público desquitara el estratosférico precio del boleto que pagó por verla.

Con el embarazoso espectáculo de la semana pasada queda comprobado que a nadie le interesan las historias de éxito, salvo las propias, y Britney lo tenía muy claro en su recóndito subconsciente de pueblerina analfabeta, pues cada decisión descabellada que tomaba paradójicamente la ponía un paso más cerca de la inmortalidad, pues en este mundo moderno donde el buen gusto lo posee –a dios gracias- la minoría, su reinado seguirá perecedero hasta que otra vieja joven golfa ridícula reclame el trono con un bochornosísimo y truculento acto masivo que nos deje a todos con las bocazas abiertas del asombro y aún más satisfechos que los marranos que se revuelcan en los charcos de lodo de las porquerizas.

martes, 25 de septiembre de 2007

La ridiculez nos llama

Estos ridículos ilustres




“La historia nos convoca a amar a la patria, a ese México al que los campechanos le hemos dado tanto y que hasta ahora, tras una histórica lucha de casi tres décadas y después de intensas gestiones nos responde”. Palabras inmortales de la Regidora Ligia Pacheco Romero.

Cómo no quieren que se les critique, si con declaraciones como esta nos ubica en un rango de mamonería superior al permitido. Las anteriores palabras de aliento se dieron ayer 24 de septiembre, en la entrega de estímulos a campechanos, que se llevó a cabo en la ceremonia cívica correspondiente a septiembre del ayuntamiento de Campeche. Yo me pregunto, si “hemos dado tanto…” y “la lucha histórica…” se ven reflejadas con creces y con resultados como la regidora afirma.

Uno piensa que todo queda de lado, y que como los chistes en donde el mexicano es el mejor, se refleja nuestro “ingenio”; pero pareciera que lo campechanos somos una excepción, así como los Yucatecos creen serlo y como los Regios también lo creen. Pero nuestra excepción es sin que nos demos cuenta.

La ridiculez es innata para todos los humanos, sin embargo, es la nacionalidad la que nos clasifíca en los diferentes estratos de ridiculez. Y dentro de cada nacionalidad, las regiones de dicho país se convierten en otro tipo.

Situémonos en Campeche. Quién dudaría de que las palabras, cuando se hablan con justicia y con la verdad nunca serán ultrajadas por la morbosidad y la ridiculez “Salomón devuelve lo que te robaste de Campeche, donde creaste tu imperio de impunidad” (palabras más, palabras menos) Este lema aparece de vez en cuando en el Tribuna, periódico de Campeche. Y no es que carezca de verdad, sino que son las palabras y la forma en que los publica los que revisten estrambóticamente este lema.

O que me dicen del cambio de nombre de la ciudad a San Francisco de Campeche. Vi en el programa “Puertas abiertas” que una mujer, cuyo nombre no recuerdo(o no quiero acordarme) fue la culpable de dicho acto. Ella, que fue la primer mujer en tener un cargo alto en la política campechana, investigó y proclamó dicho acto. El instituto de la mujer respaldó a dicha fémina y fue estandarte para el “feminismo” campechano, codeando el lema “las mujeres pueden hacer esto y más” me pregunto si es una amenaza o una prueba de deficiencia. Pero lo que me impactó fue que ella dijera “es el regresarle a Campeche lo que merecía, por el bien de la verdad” casi lloro por la declaración que le dio al panza de burro Salvador López Espínola. Y así regresamos a la tradición del medioevo de los nombres de los Santos. Dentro de poco quemaremos a los que son adoradores de Satanás. Que sin ir más lejos dicen que hacen sus plegarias al señor de las tiniebla en la arena Campeche.

O que me dicen de la adoración al cristo negro. Los viejitos creen que es el único cristo negro en el mundo, incluso en el tranvía lo mencionan. Ante las algarabías de los selectos me vi obligado a investigar, y me di cuenta que no era cierto. Al mostrárselos a los viejos que me son cercanos (mis abuelos y uno que otro metiche), pensaron unos segundos y me dijeron, “no será el único pero sí el más popular”, mejor no les aclaré que tampoco era cierto eso, basta buscar fotos del cristo negro de Campeche para ver que no hay más que dos o tres fotos pequeñas, contra los cientos de fotos del cristo negro de las “esquipulas” de Costa Rica. Así que queda fuera la creencia de que seamos la cuna de religiosos antirracistas.

Nuestra ridiculez se marca más gracias a la televisión. Esto se da porque por medio de la cajita idiota, notamos las estupideces de todos. Y es en las noticias y en los espectáculos donde se puede notar dicho acto. Los campechanos, que por mucho tiempo no tuvieron un canal que diera a conocer las peripecias de sus coterraneos, no conocía sus pendejadas; hoy sí los tiene (y cuantos canales) y puede dar cuenta de ellos. Con la incursión de los canales de la ciudad amurallada, y diferenciamos entre los actos imbéciles de los demás con los propios.

Y es que el campechano cumple con el tridente de ridículos del sur: Yucatán, Campeche y ciudad del Carmen (aunque este es un municipio de Campeche, ellos creen ser otro estado, ahí radica su extravagancia).

Creo saber cuándo empezó la dificultad de entendernos entre los del sur y los otros estados de la república mexicana, que deriva en la diferencia de la ridiculez de los demás; y es cuando Cortés llegó a lo que hoy es la península de Yucatán, y le preguntó a un nativo el nombre de este lugar, el nativo le dijo Yuk ak katán y desde eso se llama así, Yucatán, que en maya significa No te entiendo.

QUE SE MUERAN LOS FEOS

LA VIUDA NEGRA

AHÍ `TA RIGO, PORQUE RIGO ES AMOR


¿PADRE E HIJO?


¿Perez Hilton vestida de mujer?
Vean a este horrible ser humano

QUE SE MUERAN LOS FEOS

Mientras buscaba algo sobre qué escribir, Dios me mandó una señal vía televisión, Los 5 primeros lugares de los más feos de Hollywood.

Y es muy sencillo de explicar, viendo que Rodrigo Solís hizo “las Chiva lunas de plata” con un éxito rotundo en Campeche, los gringo copiaron el éxito del mexicano y se encargo de hacer su lista de “Los 25 feos de Hollywood”.

La primera personalidad que encabeza la lista es Courtney Love, la viuda de Kart Cobain. Sinceramente me sorprendí al escuchar el nombre de la dizque cantante de rock, pues para mí no se me hace tan fea; y fue más mi sorpresa cuando veo al horroroso Flavor Flav en el onceavo lugar. Yo creo que la famita de ser la más fea es gracias a la antipatía que se da entre ella y los fanáticos (y remarco fanáticos) de Nirvana, o más bien de Kart Cobain. Y es que una de las teorías más fuertes sobre la muerte de Cobain es que se cree que Love mató a su esposo. Yo me uno a esa sospecha.

El segundo lugar, quién creen que sea, nada más y nada menos que Michael Jackson, ahí está Rodrigo las estadísticas te defienden. Espero que no me caigan a mí también las ira de los soldados de Jackson por lo que voy a decir, pero es que en realidad más que horrible ¡Está asqueroso! La cara hiper manoseada por los cirujanos está causando furor, si no vean a Lyn May. Y es que la cara de tiburón no se me hace lo más estético para un hombre, pero lo que sí me demuestra es lo que el dinero te convierte (es el ánimo que se lanza un pobre que nunca podrá ser rico).

El tercer lugar lo ocupa el cineasta (porque documentalista suena raro) Michael Moore, pues su belleza incomoda de presenciar fue lo que ayudó a que se adjudicara este lugar. La Agencia de Investigación de los Viajes de Wilberth (AIVW) cree que George Bush tuvo que ver con el bronce de esta lista, y no es que se nos haga un Adonis, pero por favor, ¿más feo que Flavor Flav y que Whoopie Goldberg, que ni siquiera está en la lista?

En la cuarta posición se encuentra un tal Perez Hilton, que según se investigó (si lo conocen perdonen mi ignorancia) es un blogger amigo de Paris Milton. Este Perez (no es mexicano, sino que utilizó este nombre porque en inglés suena igual que Paris) tiene un blog que es uno de los más visitados en la tierra de los gringos, y es nombrado el blog más odiado de Hollywood. Y ya viendo su foto sí merece dicho lugar en la lista pues se parece a Chuky adolescente (Pero me recuerda a alguien más, no logro acordarme, si alguien sabe a quién dígame ¿sí?)

Y cerrando los cinco primeros lugares se encuentra la marrana parada Kelly Osbourne, la hija del legendario Ozzy Osbourne. Yo sé que me ganaré la antipatía de uno de mis primos, que ve en ella una bella mujer. Casi vomito cuando me lo dijo, y más aún cuando me resaltó con detalles sus partes que la privilegian. Sinceramente yo no encuentro dichos atributos. Y estoy eternamente agradecido a Hugh Hefner por haberle negado a la “regordeta” posar desnuda para el Playboy, imagínense el trauma que se pudo haber causado a los pubertos de hoy en día.

La lista continua hasta el 25, entre los que se encuentran Tim Burton, la ridícula Fergie, Flavor Flav (ya sabrán por quién vote para primer lugar), y lo impensable Kirsten Dunst, Sarah Jessica Parker y Renee Zellweger.


La conspiración del sobrepeso


Es estimulante que la gente hable de ti con los mismos términos que utiliza para referirse a Luis Miguel… pero en su reciente aparición en Las Vegas: “Pasado de peso, con el rostro surcado por las arrugas y un peinado nada favorecedor. Ése es mi primera impresión, Eduardo”, me dijo esa mañana Patricia, amiga de la carrera, modelo ocasional, lectora de Joyce (aunque sólo de sus cartas).
Yo había dado la media vuelta para marcharme, pero ella me detuvo con la mano: “Oye, no te sientas mal”, en verdad parecía preocupada por mi reacción, “lo mismo habría dicho de… Britney Spears en los MTV”.
Entonces lanzó la carcajada y se marchó. Lo había hecho otra vez.
Mientras se aleja pensé que muchas personas tienen motivos auténticos para volverse adictos a Internet y olvidarse del mundo real: salir de los primeros 25 años de nuestra existencia es como entrar a la secuela de una mala película: vuelven los mismos personajes, sucede lo que ya tenías previsto, pero duele más haber pagado por el boleto. Me pregunto quién habrá hecho el casting de nuestra vida, tan minuciosamente planeado para que todos tus amigos regresen en algún momento innecesario y te digan: “Pero qué mal te ves”. Nuestra biografía es al fin de al cabo una novela escrita a cuatro manos entre el destino y nosotros mismos, es decir, entre un sádico y un masoquista.
Una tristeza inmensa me embarga. Quiero olvidarme de ese primer mal encuentro y me dirijo a un restaurante naturista, adonde asisto cada que me siento parte de las estadísticas de sobrepeso en México. Pido un bísquet relleno de queso, una de esas peculiares formas de autocompasión que tiene el menú.
“Hola, hola, hola. Miren a quién tenemos aquí”.
No lo había visto en una de las mesas, si no habría huido. En verdad, nada mejor para levantarme la autoestima que Juan Hernández. Me explico: se trata de uno de esos amigos que no aparecen en tu vida sino esporádicamente y sólo para levantar las ventas de Prozac del farmacéutico de la Avenida.
“Siempre que te encuentro, te veo comiendo”, añade.
La verdad eso no es nada extraño, pienso, a los viejos conocidos sólo podemos reencontrarlos a punto de la indigestión o del colapso por alcoholismo.
“Veo que te trata muy bien la vida de periodista. Eso de estar sentado ocho horas al día escribiendo tus columnas te asegura una musculatura de lujo”, dice.
Me mantengo callado. Se trata de uno de esos momentos incómodos a los que no se puede hacer otra cosa más que engullir algún comestible que tengas a la mano.
“Sabes, la otra noche recordé nuestros días de prepa. En ese tiempo vivía a la vuelta de tu casa y cada semana llegabas al punto de llanto para decirme lo gordo que te sentías y que por ese motivo no te acercabas a las compañeras del salón. ¿Te acuerdas?”
“Sí”, digo tímidamente. Juan Hernández es como una Fiscalía para Delitos del Pasado: escudriña tus años mozos y te usa como testigo para condenarte.
“Pues te tengo una maravillosa noticia. Busqué algunas fotos viejas donde estabas con tu grupo de rock. Te has de acordar: en ese tiempo usabas unas camisas largas y negras y pelo de futbolista de los setenta. ¿Sabes qué descubrí mientras veía esas fotos? ¡Que en realidad no estabas gordo! ¡Sufriste innecesariamente durante tres años, maldito dramático!”
Sonreí.
“Pero bueno… ahora sí que tienes todos los motivos para sentirte un hombre obeso”.
Hice un gesto de que tenía razón y guardé silencio. Todavía la semana pasada en un viaje en lancha, el guía había tenido problemas para colocarme en algún lado de la embarcación a fin de que ésta no se fuera a pique.
“¿Por qué mejor no se baja?”, había sugerido un niño. La madre carraspeó para disimular el comentario.
Pero la saga de mi depresión no había comenzado ahí. Dos días atrás, el médico familiar había tenido esa misma mirada condenatoria que tuvo el sacerdote de mi primera confesión cuando hablé de las aplicaciones del canal Cinemax en mi infancia.
“Sabe usted, un estudio reciente asegura que la obesidad suele ser contagiosa. Si sus amigos engordan, existen las probabilidades de que usted lo haga en un 57 por ciento y si se trata de su mejor amigo, las posibilidades son del 171 por ciento”, me explicó de manera severa, como si grabara un documental para la BBC.
“¿Eso qué significa, doctor?, ¿qué debo dejar de frecuentar a mis amigos”.
“Sí, eso. En realidad no se merecen que usted los engorde”.
Así se enlazaban todos los sucesos. O Juan Hernández, el niño, el médico y mi amiga Patricia se habían puesto de acuerdo para torturarme a través de una conjura o a fin de cuentas todos tenían razón.
“Bueno, maestro, fue un gusto verte”, se despidió Juan Hernández, luego de ver a una chica atractiva que salía del restaurante, “todavía tengo mucho que hacer. Supongo que tú no tanto. Seguramente te sentarás frente a la computadora a escribir todo esto que te he estado diciendo, ¿verdad? Pero, bueno, cada quien hace lo que puede para fingir que trabaja”.
Caminó hacia la calle como un sicario que acaba de cumplir con su deber.
Después de su partida no aguanté ni un minuto más. Me quité la servilleta y me dirigí también a la salida. Detrás de mí se quedaba medio bísquet sin probar en el plato.
“¡Oiga amigo, cree que el mundo está para regalar la comida!”, gritó una mujer que llegó para desocupar mi mesa, pero no tuve ánimos para responderle.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Amor es...


Amor es:
Permanecer pacheco
Y escribirle versos
En corel 11

Amor es:
Ver luces
De policía
Y pensar sus ojos


Amor es:
Soñar la lluvia
Caminando a su lado
Mientras se mea.

Oleo de poeta en zapatillas

Prometo rigurosamente, en caso de volver a asistir a un encuentro de escritores, dejar mis zapatillas en el armario más lejano y reducir mi maleta al siguiente contenido:

1) Huaraches artesanales de piel o tenis Converse.
2) Pantalones de mezclilla o manta que den apariencia "vintage"
3) Blusas hippie... si es posible que tengan algún bordado
4) Cambiar la bolsa de maquillaje por hongos alucinógenos, mota, o ya de perdis incienso.

Si llevando todo esto ya me van a creer que soy poeta, estaremos entonces todos contentos y felices.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Hablar desde la tempestad: piedra la palabra (Piedra de sol in memoriam)

Y llorábamos con alaridos de miedo

por lo que vendría después

cuando nuestra piel no fuera nuestra

sino el poema hecho y maltrecho,

“Borrador para un testamento”, Efraín Huerta


con escamas que convocan el ritmo inaugural.
“Octavio Paz”, Lezama Lima

Sé de la poesía por su traición, por ese engaño perspicaz de amada fatal, su flirteo bamboleante, su alucinación labial y semi-corpórea —mas perdurable— que nos seduce y, un buen día, se esfuma. Es el desencanto de lo sagrado, el abandono de la fe; hablo del hogar abrasado tras la ruptura —Tarkovsky dixit—, del lugar común como el espejismo de un abrazo. Creemos haberla tocado y haber convocado la voz del dios vivo; pretendemos haber alcanzado una cumbre de colina en busca de la cima nevada de la montaña; concebimos el sopor del sentimiento, la frugal insinuación de que sabemos ser gigantes, la sensación de la inmortalidad y la infelicidad sublimada; “un caminar tranquilo / de estrella o primavera sin premura, / agua que con los párpados cerrados / mana toda la noche profecías”; pensamos que no está lejos el camino, que se puede llegar a algún lugar, que todo va bien, que vamos creciendo; sentimos que nuestras palabras cobran brío, se distienden, se congregan con el núcleo natural del lenguaje, que son, por un error de conservación de la esperanza, el punto de llegada al misterio de la creación; que, en efecto, la poesía nos ha brotado por los poros, que la iluminación ha sido alcanzada. Pero no es verdad. El escritor es un solitario alienado, un desdichado que cuenta sus penas mientras conduce su taxi (célebre metáfora acuñada por Chejov en su cuento “La tristeza”). Más que un solitario, es un “solo silente desolado” (Ramón Rodríguez) confinado al olvido: su escritura es lo que deberá persistir, no así el sujeto que la acompaña y la trae al mundo. Pocos son los elegidos y, como enseña la Biblia, se trata de los menos aptos. Esos elegidos son los que nos incitan a pertenecer al gremio: nos enamoramos de la literatura por la obra, no por los autores —Lord Byron aparte—; y, sin embargo, buscamos en los poemas el morbo de la anécdota, el secreto de una vida lacerada por el sino y la extravagancia del artista. La mejor parte es cuando ella no nos dice tanto de la vida del autor como de la nuestra.

Piedra de sol llegó a mis manos para acabar con mis dudas sobre la escritura. Me confirmó, por un lado, que eso era lo que quería hacer y seguir haciendo en adelante. Sabía que no era una forma de subsistencia sino una necesidad de otra índole, algo importante y difícil de definir. Llegó a mí a la edad de 16 años, junto con Los hombres del alba (Efraín Huerta), Muerte sin fin (José Gorostiza), “Nocturno de la estatua” (Villaurrutia), “La muerte del ángel” (Bonifaz Nuño), “Batman” (José Carlos Becerra), La lucha con la pantera (José de la Colina) y “Canto a un dios mineral” (Jorge Cuesta); todo en el mismo año. Ese año se me desató una furia por leer más allá de ellos: busqué a sus autores preferidos, intenté estudiar a Heidegger, investigué a los amigos de cada uno, me esmeré por leer la entonces finada revista Vuelta: me interné en mi propia espesura para afianzar la vida secreta que debía considerar, si acaso era necesario, para lograr lo que lograron. Fue el famoso trance místico de la nube de la incertidumbre. Recuerdo, por ejemplo, que José Homero, un poeta sumamente agudo, me enseñó a no leer poesía a la ligera mientras buscaba asideros literarios.

El poema tenía algo diferente al resto de mis lecturas: así como los textos señalados, éste poseía una capacidad de síntesis impresionante y un ritmo casi perfecto, decantado en un lirismo caudaloso; y, a diferencia del resto, comportaba la posibilidad de seguir hablando, de seguir el ritmo, de continuar el discurso: se trataba de un poema de plenitud, no de desesperanza, ni hartazgo, ni muerte, no, había más: versaba sobre lo eterno y lo pequeño. No sentía empatía sino pertenencia, como si se tratara de un poema que concierne a todos. Compilaba temas personales y universales, los amasijaba con un tono peculiar, los devolvía al espacio, y sólo quedaban ganas de materializarlo en voz alta para constatar su perfección estética. Era una obra maestra, sí, de esas que ratifican que la poesía es posible, y que te conmueven a la escritura. Su tema es El Tema: el amor.

Cuando comencé a escribir en serio, cuando dejé de ensayar métrica y ritmo, metáforas y otras figuras, quise cifrar mi propia Piedra de sol. Fracasé, pero no importa, me dije: Paz ya estaba muy grande cuando lo hizo (a los 43 años). El único detalle es que eso me sucedió tras un lustro de intentos por consolidar mi “poema” que terminó donde pertenece: la basura. Paz sigue siendo uno de mis horizontes; pero, por cuestiones de sanidad literaria (las genealogías de los pequeños “gorostizas” y “bonifacesnuños” y “neruditas” que deambulaban en las calles fraguando su propio olvido), lo anulé por un tiempo como ejemplo a seguir. Creo en la vida virtuosa de los santos, pero sé que no voy a ser tal o cual santo, y mucho menos me la voy a pasar prendiendo velitas, como suelen hacer los críticos y los fans. Nunca debemos dejarnos ensombrecer por La leyenda dorada. Este fenómeno abrumador del poema puede explicarse a la luz de la tesis del filósofo Ramón Xirau: Piedra de sol es la summa de Octavio Paz. Y, como toda summa, cisma.* Por ello hay que tomar distancia cuando se habla de él, y de este modo apreciarlo sin sentirse apabullado.

Su basamento, aquel que le permite hermanarse con la plenitud y la totalidad, es el hálito paradójico, esa dualidad empecinada en prosperar, como concierne a una obra sistémica. Es un régimen ensimismado pero completo que demanda una relación contradictoria de elementos (Gödel in poetry). La circularidad del poema es la conclusión de la perpetuidad fluctuante de Heráclito, el eterno retorno, transido de las oposiciones cósmicas pertenecientes a las culturas precolombinas, acrisoladas por un espectro abismal de lenguaje moderno en molde análogo: un poco de verso libre (molde nuevo), otro poco de verso blanco (molde viejo desde Donne y un poco más atrás). He ahí la poesía pura que no respeta a su autor, un autor que pone a otros poemas por encima de su obra maestra.

Fuera de la sombra político-burocrática que pesó sobre sus coevos —Pacheco, Aridjis, Becerra, Efraín Huerta—, Octavio Paz (1914-1998), prolija pluma y bastión innegable del crecimiento literario y cultural de México —después de Reyes el autor más escrupuloso y de cuantiosa obra—, nos legó una faena de vena poética verdaderamente monumental que encuentra su culmen en los poemas de madurez: Piedra de sol (1957) y Blanco (1966). Ambas apuestas, consagradas a revisar y visitar la tradición desde las lindes de la ruptura —sobre todo Blanco—, son un obelisco del lenguaje sólo comparable en precedentes inmediatos a Muerte sin fin, y que encuentran parangón en la poesía de Vallejo, Huidobro, Gerbasi (con Mi padre, el inmigrante, poco valorado por la crítica) y Neruda. Eugenio Montejo considera a Paz uno de los grandes faros de Latinoamérica y de la lengua castellana. Brodsky se ha sentido incitado a la poesía cuando lo ha leído, y es una de las recomendaciones fundamentales que hace a los lectores de habla hispana.

La estética de Piedra de sol sintetiza, a diferencia de la prosa diluida en el puro refinamiento que caracterizó a El arco y la lira (su ensayo más didáctico y completo), la sistematización de su corpus poético, mientras Blanco conmemora las pulsiones de vanguardia, apegado a la exploración y el compromiso juvenil de la experimentación con la Forma, inquietud compartida con sus compañeros de tertulia —los surrealistas, por ejemplo. Piedra de sol nos pone a contemplar el bosque en sus adentros, donde reposa el rey de los árboles con todo su misterio, su Ahuehuete, su árbol de la Noche Triste, su noche oscura señalada. Carballo, uno de los entrevistadores más astutos que tuvo, fue el único que lo condujo a la afirmación (ya perfilada por sus lectores) de que Piedra de sol congregaba los intereses y los temas más destacados del polémico autor.

Como escritor, Paz guarda un parentesco con Talleyrand. En lo humano fue considerado un traidor político, un apólogo del sistema, un neurótico retrógrada y un genio estratega (así como literario); pero, por otro lado, era, como el Príncipe de Talleyrand, un adelantado a su época: el camaleón de la Historia, el cambio encarnado que se amoldaba a los birlibirloques de la sociedad y la evolución del arte. Para fortuna de su poesía, esto le permitió transformar las tesis en boga de la literatura e incorporarlas a su bagaje retórico. Dependiendo del biógrafo, el rostro de Paz puede ser el de un monstruo o un genio incomprendido. (Tal vez porque siempre se necesita un poco —¿bastante?— de ambos para escribir como sólo él pudo hacerlo.) Piedra de sol es, así, pura reacción libertaria, una rebeldía de madurez y encuentro con la médula de la idílica voz de la ficción: “el arte es una mentira que nos acerca a la verdad” (Pablo Picasso).

No tiene sentido seguir evocando las vicisitudes críticas a las que se ha sometido a Paz y su obra, pues esa es tarea harto ardua y profusa que ha llenado miles de estanterías y que será mejor dejar para textos de feliz ensoñación. Piedra de sol, para mí, como para muchos compañeros de juerga, ha sido un verdadero ejemplo de lo que es escribir poesía en serio: acercarse a lo sagrado, tocar ese algo, el “no sé qué” de Feijoo, que todos queremos decir.

Piedra de sol congrega, por un azar no fortuito, mis obsesiones, aquellas que me han acompañado hasta la actualidad: a) el tiempo concebido como el instante, la duración como espejismo, y la Historia como un conjunto de “momentos”, de lo eterno-fugaz que conforma el cada día; es aquella metafísica defendida por Bachelard, el mundo como una sucesión de instantes que depositaba con eficacia un sentimiento equivalente al hecho físico que consigna a la teoría de Einstein en una dialéctica temporal (según Sokal, si existiera un absoluto para la teoría de la relatividad, éste sería el instante presente); b) El erotismo, aunque breve, resultó el asunto más alucinante durante el apogeo de mi adolescencia: ¿cómo decir te amo y te deseo, o me gustan tus senos con la importancia precisa, de tal manera que evitara la bofetada y fuera eficaz?; pues claro: “tu vientre es una plaza soleada, / tus pechos dos iglesias donde oficia / la sangre sus misterios paralelos”, o “vestida del color de mis deseos / como mi pensamiento vas desnuda, / voy por tus ojos como por el agua, / los tigres beben sueño de esos ojos, / el colibrí se quema en esas llamas, / voy por tu frente como por la luna, / como la nube por tu pensamiento, / voy por tu vientre como por tus sueños, // tu falda de maíz ondula y canta, / tu falda de cristal, tu falda de agua, / tus labios, tus cabellos, tus miradas, / toda la noche llueves, todo el día / abres mi pecho con tus dedos de agua, / cierras mis ojos con tu boca de agua, / sobre mis huesos llueves, en mi pecho / hunde raíces de agua un árbol líquido”. Los besos ansiosos y golosos de Catulo aunados a la terquedad de un Propercio que se empeña en recordar, aunque sin el enfisema de tristeza de este último, qué va: es un goce satisfecho, un profuso mar que no se detiene. Es el cuerpo transfigurado en el hogar, la tierra nativa, el mundo en femenino. c) Su barroquismo y su ritmo, cuya composición y fondo han sido excelentemente expuestos por José Emilio Pacheco, corresponden a una manera de entender el oficio del poeta, con un punto de llegada que no de salida, y a partir del cual, toda obra será reiteración y reescritura. Carece de engolosinamiento con las incitaciones de desenvoltura de los surrealistas. Toda vacilación se concilia con lo espontáneo sin visos de abandono de la tradición: la forma también es la manifestación de la lengua en su cumbre: se trata de la búsqueda de “ese texto clásico” del que habla Eliot, de la obra que nos anule del mapa como autores, que sea habitáculo del lenguaje y que encuentre una total imbricación de los recursos de una lengua. Dice Derek Walcott que Paz, como Neruda y Lorca, es cercano “a la ficción y la pintura, que presentan empedrados y balcones y siluetas que se mueven a través de ellos”. Esa cartografía plástica, una de las virtudes fundamentales de Piedra de sol, acentúa el espíritu barroquizante del poema. d) Abelardo y Eloísa, los amantes de argumentaciones lógico-amorosas, cartas de lejanía, la pena de no poder estar más con la amada: el amor platónico ganado a la distancia tras haber vivido la pasión. El recuerdo es material y pasado-presente, la única existencia posible de lo que ha sido y no será. e) Como en esos amantes y otros más, existe una topografía y una cartografía de lo amado, una andanza por el mundo insostenible y real. Tal vez irreal, en verdad no importa: toda andanza en el mundo es ya una erótica frustrada, un recuerdo de que, a veces, cuando se nos permite, sobre todo cuando menos se espera, amamos. “El mundo nace cuando dos se besan”.

Hablar del amor es hablar de la vida; pero hablar de la vida, hablar del todo y la mujer —que lo es todo—, es una empresa soberbia o bien una empresa de valientes. Algunos escriben porque es chic o está de moda. Pero la escritura está compuesta por otros gérmenes. El lenguaje para sostener en vilo “al mundo con sus mares y sus montes” durante el discurso debe ser equivalente al de los dioses deambulando furtivamente por la página, e incluso (¿por qué no?), emplear el lenguaje conferido por el hombre al dios vivo. La risa proviene de la vena lúdica de la crítica; la sátira es una cumbre estética. Hay que volver a emular el Verbo, la Palabra. Paz se desplaza con una liviandad de tono bíblico, suave mas resonante, de ese tono que descubre el protagonista del libro de Job al ser interpelado por Yahweh. Versa sobre el mundo como un apóstol sobre Cristo: rumoroso y en celada. Como Ezequiel sobre el porvenir de los hombres. Como Petrarca con Laura; como Sade sobre la ira, la violencia y el estertor de los cuerpos plagados de vicio. El lenguaje se logra porque es búsqueda del cimiento mayor, la roca donde se asentarán las realidades que deben ser señaladas, que restaurarán la esperanza en la lengua. La palabra es la piedra donde se asienta la Palabra: es el Pedro de los escritores. Porque (como señalaba Reyes) descendemos de la concurrencia de formas preconcebidas hasta tornarlas nuestras, hasta ser nosotros mismos lo que ellos no fueron, por medio de lo que sí fueron. El secreto es hablar desde la tempestad, buscar nuestra tormenta; pero para ello es necesario estar iluminado. Ése fue un detalle que me pasó desapercibido cuando me decidí a ser poeta: carezco del no sé qué que mueve la pluma del hagiógrafo. Hoy soy el niño que descubrió que no puede ser astronauta.

Entrados en materia buscamos los modelos a seguir, los patrones de escritura y los poetas más cercanos a nuestras intenciones literarias. En esa búsqueda leemos cuanto nos aparece enfrente. Cervantes exageraba, pues leía cualquier papel que acertaba en el suelo —ejercicio que, además, en estos días resultaría insano. Nos secuestramos en una torre de Babel alucinante y perentoria destinada al naufragio antes que al triunfo. Creamos el espacio sombrío de la caverna, llegamos a creer que sabemos cosas que nadie sabe, como si el mundo naciera con nuestra perspectiva. Somos exigentes, impresionables y volubles. Carecemos de síntesis y la orfandad es una sensación adquirida de estas experiencias solitarias. Es el momento en que nos transformamos en nuestros verdugos. El acto de la escritura, que comienza por la misma dilucidación de la lectura, es firmar nuestra muerte, señalar el punto donde terminamos, donde necesitamos afianzar esa luminiscencia de la nada que llamamos existencia; es pretender, vanamente, la libertad en su sentido inexistente. Y, aun así, seguimos en la batalla. He ahí el azar no fortuito: aleatorio es que un sujeto nazca en una época y una cultura determinada, no así que su visión del mundo congenie con alguien que ha operado en su misma lengua y nación, que ha protagonizado parte de la historia que lo circunda, con la que ha crecido. La distancia siempre será abismal; la cercanía es insospechada y no particular, sino compartida, oculta, casi invisible.

Como todo aquel que hoy se pretende escritor, que busca hacer de ello una forma de vida, descubrí mi vocación de astronauta verbal por la lectura y una situación fortuita. Mi lectura de poesía era poco menos que liviana: siendo asmático no mimado, mi único entretenimiento era leer. La poesía no es exclusiva de un género, pero sí se exalta más en uno de los géneros literarios, aquel que privilegia el verso (o prosa, no importa) y el despliegue del lenguaje por el lenguaje. Mi padre se dedicaba a la narrativa y, como era de esperarse, me indujo a la lectura hasta que ésta se me volvió un hábito. Así que leía más narrativa que poemas. Durante mi cuarto año de primaria Daniel Ruiz, un estudiante de la UDLA, llevó a cabo un taller en la escuela donde estudiaba. El teacher Alfredo —que, espero, en Paz (no) descanse—, mi maestro en aquel período escolar, se distinguía por su destilada ira contra los alumnos. El taller se tornó una fuga entretenida a la tiranía de mi medieval profesor, amigo de la doctrina sanguínea. La tercera tarea que Daniel nos pidió fue el siguiente ejercicio: que confeccionáramos un cuento, un poema, lo que fuera, sobre un tema descubierto en los libros. Decidí escribir sobre la Gorgona —fascinado por Las tres manzanas de oro. Intenté trazar un relato. Pero mi última lectura había sido de poesía, y tenía muy fresca la usanza de los versos. Neruda, por cierto. Para mi sorpresa no elaboré un cuento (que nunca pude), y terminé borroneando “unos versos” sobre la Gorgona. Medusa, para ser preciso. No recuerdo el poema, y dudo que tuviera algo memorable; no obstante, el hecho aislado decía más de lo que parece: era una insinuación de vocación. Claro, esto era ocasión de la infancia, que nunca se equivoca: vive en la ficción y la poesía es todo el lenguaje que conoce. Ahora sé que ya no está conmigo, “no hay en mí sino una larga herida, / una oquedad que ya nadie recorre, / presente sin ventanas, pensamiento / que vuelve, se repite, se refleja / y se pierde en su misma transparencia, / conciencia traspasada por un ojo / que se mira mirarse hasta anegarse”. Lo importante no es eso. Lo importante es que mi gusto por Piedra de sol encontró refuerzos en mi primera lectura por la mención del personaje en común, el monstruo (mujer) de los ojos fatales, Melusina: “yo vi tu atroz escama, / Melusina, brillar verdosa al alba, / dormías enroscada entre las sábanas / y al despertar gritaste como un pájaro / y caíste sin fin, quebrada y blanca, / nada quedó de ti sino tu grito, / y al cabo de los siglos me descubro / con tos y mala vista, barajando / viejas fotos: / no hay nadie, no eres nadie, / un montón de ceniza y una escoba, / un cuchillo mellado y un plumero, / un pellejo colgado de unos huesos, / un racimo ya seco, un hoyo negro / y en el fondo del hoyo los dos ojos / de una niña ahogada hace mil años, // miradas enterradas en un pozo, / miradas que nos ven desde el principio, / mirada niña de la madre vieja / […] / miradas que nos miran desde el fondo / de la vida y son trampas de la muerte / ¿o es al revés: caer en esos ojos / es volver a la vida verdadera?

Como decía, la seducción de la poesía es tal, que no podemos evitar incursionar en ella. O al menos eso creemos: nos confesamos con la pluma, inventamos un imaginario, un mundo perverso, tal vez color pastel o incluso la acertada cercanía con la bruma. La ficción, último frente del pensamiento perdurable, metafísica personificada sin las pesadas abstracciones, se nos presenta como nueva bandera y campo de batalla. Es una guerra provocada. Una guerra que convida al fracaso. En ella asentamos el castillo, por su solidez efímera, por su fugacidad irreparable, por su belleza terrible. Es la roca sobre la cual todas las torres se levantan, la carestía de los valles, la piedra que sostiene las cosas. Piedra de sol, a sus 50 años, sigue siendo el ejemplar que educará el oído y el proceder de los escritores mexicanos. Cualquier homenaje es mero afán dilucidatorio: la crítica estupefacta en su jaula, mientras contempla la pura libertad tornarse en Atlas.



Marco Antúnez



* En este punto me gustaría anexar la siguiente adenda: no puedo celebrar los felices años de su primera publicación, porque no los viví; tampoco puedo encontrar un asidero histórico que me permita jugar un rol generacional con respecto a la influencia del poema; no tengo a mano los datos específicos de su publicación en la colección Tezontle, fundada por magister Reyes; ni siquiera es mío el libro donde se compendian los estudios de Piedra de sol que le dedican connotados y desentonados autores e investigadores: me lo prestaron. A pesar de ello, puedo expresar —como Montaigne— una experiencia de vida con este poema, por baladí que sea, desde mis trincheras.

Convocatoria: Premio Bisexxxionario de Poesía Joven Guatemalteca (y otros países) Alias Landino

1.- Podrán participar las-los (léase: andróginos, hermafroditas, travestis, marimachos, etcétera) pretendientes a poetas avecindados en México o mexicanos por nacimiento, de entre 35 y 99 años de edad cumplidos al cierre de la convocatoria, que envíen un volumen de poemas inéditos (sobre todo rechazados en todas las revistas buenas y patito de habla humana), con tema y forma libres, siempre y cuando verse sobre la seducción fallida de jóvenes (pseudo) escritores, con una extensión minima de 50 cuartillas y una máxima de la que se le antoje (no se preocupe, no lo vamos a leer). Quedan excluidos de esta convocatoria: todos los participantes del 1er Encuentro de Jóvenes Escritores del Sureste, sus amigos y escritores de a deveras, así como aquellos vetados en Seix-Barral por escritores influyentes.
2.- Los trabajos deben entregarse en cuadrúpedo al sr. en cuyo nombre se ha inspirado el susodicho y tan esperado premio, con condominio y pesudónimo de teibolera, escritos a manuela, por el doble espacio, en papel higiénico y por la cara cuyo ceño siempre está fruncido.
3.-Adjunto al trabajo, en un sobre cerrado e identificado con el mismo pseudónimo, el autor deberá incluir su nombre, domicilio, número telefónico, hora a la que sale por el pan y su declaración de odio a Tryno Maldonado y los campechanos que lo vieron feo y que se visten o se juntan con gatos. En la página subsiguiente, una foto de diva lo más chick y cercana al excelso escritor José Landa (Nota: se tomarán en cuenta las barbillas promisorias). Se exige la copia fotostática de su certificado de alta soberbia y robajugos de choferes, aunado a una ficha curricular donde especifique los diversos improperios cometidos en los encuentros de escritores a los que ni siquiera había sido invitado. Las plicas de identificación serán depositadas en por la comisión organizadora en una dependencia jurídica anexa a la procuraduría general de justicia (la misma en la cual se le levantó demanda a Rodrigo Solís), en la ciudad de Qutzaltenango, Por El Fin Del Mundo, Guatemala.
4.- La presente convocatoria estará vigente desde el momento de su publicación hasta que alguien se (in)digne a participar en dicho certamen, con un mínimo de 3 a 4 participantes. En el caso de los trabajos remitidos por correo o mensajería, se aceptarán aquellos cuya fecha de envío coincida con el cierre de la convocatoria (?¿?¿?!!!!).
5.- El jurado calificador estará integrado por José Landa y algunos otros expertos e integrantes de la Real Academia Contra Literaria de la Solemne Barbilla. Sus nombres, incluido el de José Landa, sólo serán emitidos al momento de darse el fallo (o Rafael) acerca del ganador al caso.
6.- Una vez emitido el fallo del excelso y magnífico jurado, se procederá a la apertura de la plica de identificación de quien resulte ganador, y de inmediato le será notificado, así como divulgado a través de una serie de gritos espantosos y unas misteriosas llamaditas telefónicas con la voz de la niña de El Aro (aaayy, qué tiernoooo..., ¿verdad?).
7.- No se devolverán los originales ni las copias de los trabajos no premiados. Por el contrario, los finalistas en dicho evento serán plagiados y descompuestos al gusto del presidente de la comisión premiadora, y el resto de los textos serán destruidos con el mismo ímpetu y gloria con que fueran aniquiladas las inocentes copas, botellas y vidrios del hotel chiapaneco Casa Kopling, bajo el supuesto que se trata de vanos y superfluos poetas indignos de ser publicados en Seix-Barral.
8.- Los organizadores cubrirán los gastos del burro o mula de transporte, la alimentación y el hospedaje del ganador. Ojo: el lugar donde se alojará carecerá de vidrios, y los trastos son de plástico.
9.- El Premio consistirá en una tarjeta TELCEL de $ 200.00 (DOSCIENTOS PESOS 00/100), que deberá emplearse en la humillación de todos aquellos sujetos denominados escribas y periodistas, presumiendo el galardón tan aclamado y afamado que aquí se presenta.

Mayores informes:

Favor de hablar al teléfono del afamado escritor Pepe Landa

jueves, 20 de septiembre de 2007

LA TEMPORADA EN LA POLÍTICA



LA TEMPORADA EN LA POLÍTICA

La Democracia es la desesperación de no encontrar

Héroes que nos dirijan.”

Thomas Carlyle.

Para Adriana Matos.

Viviendo en este país “democrático”, en esta época de libertad, no dejo de asombrarme de la sociedad, la mentada política.

Lo evidente es claridad que se palpa pero que en este sagrado recinto de impunidad, como declara el Tribuna, se oscurece.

No se puede hablar de política sin tocar las leyes y por ende, la constitucionalidad del país en que se vive. Y cada día es un capítulo de una saga, al estilo alemán, que componen una vida agitada de la política mexicana. El México de hoy no puede vivir sin tres esferas: el espectáculo (el chisme), el deporte (el fútbol) y la política (la corrupción). Un mexicano no puede hablar de política si no se refiere a un hecho impune. Es como si fuera un requisito indispensable en el quehacer diario. Pero lejos de ser un padecimiento integral de la personalidad del mexicano que inicia desde sus orígenes, es una consecuencia de una forma de gobierno tan deficiente.

Pareciera que la acción política de México es una errónea gracias a sus ejecutores. Vemos monstruosidades como las faltas y atropellos del PAN y el presidente Fox en los tiempos de campaña, que si bien tuvieron sus castigos, fueron después de que ganaran la elección presidencial; o qué me dicen del asentamiento, o mejor dicho de la toma del zócalo por el PRDista López Obrador, perjudicando a miles de empresarios y micro empresarios que trabajan en esas zonas. ¿Y el castigo? Pues no hubo tal, porque Encinas, PRDista en el gobierno del D.F. no ejerció su poder por tratarse del estandarte de su partido. Algunos me dirán, “esos hechos ya pasaron hace tiempo”, “no hablas de cosas actuales”. Pero gran parte de la carencia y de los malos gobiernos en México es el olvido. México olvida fácilmente. Cambia noticias bombas actuales por las anteriores, y no permite crearse un Background de las personas que nos rigen. Y esto es gracias a la ley que nos gobierna, más adelante ahondaré un poco en este apartado. Me refería al olvido. Un ejemplo, quién no recuerda la actuación de Salgado Macedonio cuando lo agarraron en la calle, en completamente estado de ebriedad diciéndole a la policía que era una persona influyente, y no intimidándose por la cámara que lo grababa, continuó con su importancia en la política. Años más tarde, Salgado Macedonio fue electo gobernador de Acapulco. Otro ejemplo es, ¿qué pasó con el hombre liga, Bejarano? ¿Por qué tardaron en encarcelarlo?¿dónde quedó el dinero que llevaba? O qué pasó con el dinero del “Chino”(la nacionalidad se volvió apodo), ¿y la grabación en la que el “niño verde” recibía o pedía soborno? Es claro, no hay que ser demasiado inteligente para darse cuenta que el pueblo mexicano necesita tiempo para que olvide las cosas y el acto se degrada de la memoria. Sin embargo, el olvido no es siempre para todos los actos, hay otros que corren con menos suerte y son atrapados con las dos tenazas que son Televisa y Tv azteca, algunos casos son Salinas de Gortari, Luis Echeverría, Carlos Ahumada, etc.

¿Pero por qué sucede esto? La respuesta valdría otro ensayo más serio y riguroso, pues tendría que ser una reflexión aparte para que tuviera aire y no se contamine con la política.

Dije que ahondaría en la constitución que nos rige. Esa carta antigua que se elaboró en 1910, y que es una reelaboración de la de 1857. Juárez nos lega en 1857 las Leyes de Reforma y la descentralización de la iglesia. Octavio Paz menciona que ambas acciones políticas promueven la destrucción de dos instituciones que representaban la continuidad de la herencia mexicana: las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indígena.

Después de descentralizar un problema como lo fue la iglesia, Juárez intentó crear una nueva forma de gobierno que rigiera al pueblo mexicano, de la misma manera en que lo hacían los otros países de Europa. Sin embargo, en todos esos países, incluyendo los Estados Unidos, tomaban el mismo modelo, el positivista; y los adaptaban a su país con pensadores y filósofos que se encargaban de ajustar la constitución de dicho país para hacer una nación con ejercicio político activo y sano. No obstante, en México se mandaban personajes que actuaron en la independencia para copiar lo que se hacía en Francia e Inglaterra. Años después viene Don Porfirio Díaz(es interesante reflexionar el por qué se le dice “Don Porfirio”, “Don Benito”, “Don Miguel Hidalgo”, a los personajes históricos, se les trata como “Mozos” importantes de nuestra vida, aunque no supiéramos más que sus nombres) irónicamente con su lema “No reelección”, pero cuando está en el poder se le olvida dicha sentencia. Y cuando cumplió su sexta reelección, la Constitución se volvió a reformar. Se nota que fue pensada esa reforma. Se estipula, “Sufragio efectivo, no reelección” por Francisco I. Madero. Sufriendo con esto el golpe que cortaría de tajo todo signo de continuidad en la Constitución, y por consecuencia en México (imaginémonos el hecho “qué hacemos para que no vuelva a suceder lo de Santa Ana y Porfirio Díaz, ¡Ahh! Fácil, hagamos constar en la ley que no se puedan reelegir, eso lo que decía Don Porfirio antes, y que no gobiernen más de tres años” “oye, Madero, ¿no serán pocos tres años? Ya vez cuanto se están tardando en construir el Palacio de las bellas artes”, “ahh sí, sí, sí, que sean seis, mejor”).

Después de una cruda histórica bastaría resumirlo. La Constitución se vuelve inquebrantable y eterna, gracias a las Leyes de Reforma; y no permite una continuidad, por ser una Constitución nueva cada Seis Años. Supongamos que un gran Presidente nos llega a regir. Serán seis años de esplendor en México, pero después de ese plazo todo será diferente. Es por eso que el país no podrá ver una época de esplendor (si es que se llega a dar) mayor al estipulado por la ley.

Este simple hecho, en la que muchos pueden estar a favor o en contra, lleva consigo muchos factores que merman a la sociedad, y uno de esos factores es la de volverla incapaz de adaptarse a una política que vaya de la mano con la mayoría de las de otros países. Es por eso que México es democrático, por consecuencia. Muchos políticos mencionan que la democracia es más que la elección por el voto; y al preguntarles qué más es, se quedan en “muchas cosas…” y no contestan. La democracia en sí es un consenso general, y la mayoría es la que encabeza y dirige. Como se nota, siempre habrá una disputa por ser la mayoría y controlar el poder. Además de dividir al país en los que quieren una cosa y los que no. Lo mismo ha sucedido desde la independencia, pasando por los hacendados, terminando por la revolución.

México no se preocupó por crear una escuela política propia, no creó una filosofía política que se encargara de crear personas que fueran capaces de estudiar y construir leyes que se adaptaran al pueblo. Es por eso que se crean instituciones que sustenten la mayoría. Si Caryle dice que la democracia es la desesperación de no encontrar héroes que nos dirijan, México es el país más democrático del mundo, como Giovanni Sartori puntualizó fervientemente.

Continuará…

miércoles, 19 de septiembre de 2007

El desfile del amor


Este domingo, un rayo cayó cerca de Presidentes de México y produjo un apagón en la unidad habitacional. Mi hermana, que vive ahí, aplicó su plan de contingencia para desastres naturales y se trasladó en 11 minutos hasta mi casa en San Francisco para ver el final de “Destilando amor”. La telenovela cumplió con su público, pero más cumplió con Televisa, pues alcanzó 42 puntos de rating en un desenlace que duró más de dos horas y que fue su segundo final más visto en los últimos años, sólo por debajo de “La fea más bella”, transmitido algunos meses atrás también en domingo.
Casi simultáneamente, en otro canal, América Ferrara ganaba el Emmy a la mejor actriz de comedia, por su interpretación en “Ugly Betty”, la versión norteamericana de “Betty la fea”, producida por Salma Hayek y transmitida por ABC.
¿Qué conecta a estos dos sucesos? Básicamente, el padre: Fernando Gaitán, un libretista colombiano que entre otras cosas escribió “Café con aroma de mujer” (la historia en la que se basó “Destilando amor”) y “Yo soy Betty la fea”, quizás el más espectacular suceso en la telenovela mundial, pues países como Alemania, Holanda, Israel o Rusia han hecho sus propias versiones del melodrama, mientras que casi un centenar de naciones la han programado en su edición original (sólo doblando las voces).
Es este mismo autor colombiano quien ha aportado las claves de por qué las telenovelas son tan exitosas en nuestros países: “Tienen un gran poder de identificación. Cambian por su contexto, pero no por sus historias. La telenovela es el mayor género de penetración. Ha llegado a sitios en Latinoamérica y muchas partes del mundo donde no ha llegado la literatura”.
Buenas razones las de Gaitán, porque si algo es cierto es que las telenovelas mantienen a un auditorio cautivo, incapaz de hacer otra cosa mientras el capítulo se transmite. El horario estelar de la televisión abre un mundo en cada casa donde está prohibido tener asuntos urgentes. Una llamada a las ocho y media de la noche el pasado domingo nos hubiera granjeado enemigos de manera innecesaria.
¿Tiene algo que decirnos la telenovela ahora que festeja sus primeros 50 años? Al parecer mucho, no importa si, como en la política, introduzca cambios sólo para que todo siga igual. La gente aún cree en la telenovela como cree en el amor, o para ser más específicos, cree en la telenovela porque aún cree en el amor.
Pero la telenovela, en especial la mexicana, es una misma historia contada cientos de veces: el periplo de dos apuestos enamorados que luchan por concretar su amor. Por ese motivo, pueden identificarse ciertos patrones:
a) Las mismas historias. En esencia hay pocos argumentos: la chica que asciende socialmente, la pareja de posiciones opuestas que se enamora, el villano lleno de poder que vive en la absoluta impunidad hasta el penúltimo capítulo en que es capturado, muere o se vuelve loco. Para Fernando Gaitán son seis las historias que sustentan al melodrama en la pantalla chica: “La Cenicienta”, “Romeo y Julieta”, “El príncipe y el mendigo”, “Cumbres Borrascosas”, “Crimen y castigo” y “Madame Bovary”. Vaya y uno pensaba que la televisión no transmitía cultura.
b) Sobredosis de sufrimiento. Una de las facultades de una actriz que aspire al protagónico es que tiene que saber hablar mientras llora. A las heroínas de telenovela las persigue la tragedia todo el tiempo; son buenas, abnegadas y al parecer carecen de sentido común. Incapaces de ver que alguien les está haciendo daño, hacen tantas obras de caridad como una asociación de beneficencia. Aparte tienen cuerpo de modelos y son cortejadas todo el tiempo por jóvenes fornidos con profesiones respetables (ningún galán ha tenido la profesión de columnista de periódico, por ejemplo). Fernando Gaitán asegura que si un melodrama consta de 200 capítulos eso significa que hay 200 noticias para la protagonista: dos buenas (cuando conoce al galán y cuando se casa con él) y 198 noticias malas.
c) Paternidad no reconocida. Lo auténticamente extraño en un melodrama es que alguien sea el hijo verdadero del tipo al que siempre llamó “papá”. Todos los personajes tienen parentescos ocultos y nadie sabe cómo nacen los niños en las telenovelas porque siempre aparecen criados por otra persona. La paternidad es el máximo secreto y siempre se descubre 30 segundos antes de que llegue la barra de anuncios comerciales.
d) Los personajes hablan solos. Tengo la sensación de que la gente no se anda contando a sí misma cosas que ya sabe. Es decir, en ningún momento me pararía a mitad de la calle para decirme: “Escribo para un periódico”, como si recuperara la memoria después de un accidente en auto. Sin embargo, eso hacen los personajes de telenovela. Se dicen a sí mismos lo que piensan y peor aún, a veces hasta recapitulan la historia de otras personas. En casos más discretos, no por ello menos falsos, hablan con una imagen de la Virgen a la que le relatan todo.
e) Villanos absolutamente despreciables. Más que amar, la gente quiere canalizar su odio hacia alguien. Por ello el señor que representa el papel antagónico no sólo abusa de mujeres, es un obstáculo para la felicidad de la protagonista o planea las desgracias ajenas como si se tratara de un auditor fiscal. El villano siempre tiene algún pendiente con la ley: es traficante de tequila adulterado, distribuye piratería, ha matado a decenas de extras, tiene dos actas de nacimiento, es rico, no paga impuestos y está a favor de la reforma electoral.
f) El mundo como debería ser. Cada que una telenovela quiere recetarse una dosis de realismo introduce el personaje de una bulímica que lucha contra su enfermedad o el de una mujer que sufre el maltrato de su marido. Pero eso no está sacado de la realidad sino de los trípticos del DIF. La realidad es más compleja, más injusta y con frecuencia queremos no pensar en ella y por eso acudimos a la televisión. Si en las telenovelas, la vida termina con una boda o con un hijo, en el mundo real el auténtico melodrama comienza con esos dos sucesos.

Uno se pregunta: ¿cómo puede tener tanto éxito un producto que ya sabes de qué trata? Es lo mismo que sucede con el porno: ya conoces de qué va y aún te desesperas por llegar al desenlace. Es el placer de lo seguro. Ya lo dijo el gato Garfield: el mundo no quiere amor, quiere estabilidad.