Hoy nos veremos un tanto serios y hablaremos sobre la dichosa ley del precio único, que se quiere emitir a los libros. Primero diré que es una ley que se ha llevado al senado para que se acepte. Esta ley fue vetada por Fox durante su mandato.
La ley, en sustancia, lo que intenta hacer es que se fije un precio único a todo libro. Esto haría que un libro cueste lo mismo en todas las librerías de la república mexicana. Y que no fluctúe tanto el valor. El fin de esta ley, dicen los que la propusieron, es salvar ayudar a facilitar el aumento al hábito de lectura en la sociedad mexicana, y sobre todo, ayudar a las pequeñas empresas de libros que se ven desplazadas por las grandes. Esta ley se basa en los buenos resultados que se dieron en su aplicación en países como Francia y España, en donde se efectuó para que no desaparecieran las pequeñas librerías.
A todas luces suena muy bien. Y con la temeridad de que, todo por el bien de la cultura decimos que adelante. Y para rematar, las grandes esperanzas nos dicen que con esto se quitarían los grandes monopolios editoriales que hay en México. Además de abrir más librerías en nuestro país, que mucha falta nos hace.
Pues ante esto, decimos que adelante. ¿No? .Pero el problema no es tan sencillo, ni tan simple como nos lo dejan ver. Tenemos que la ley dicta que todo aquel que irrumpa en la baja de precio de un libro, será sancionado. En pocas palabras, queda prohibido toda oferta o ganga en las librerías. Esto parece una estúpida medida que no ayuda en mucho a la venta de libros, pues el precio que se fijará queda en manos de las casas editoriales de nuestro país, dándole así el poder de ponerle el precio que les plazca. Con esto sólo vemos que el dichoso plan de disolver el monopolio es, en gran medida, una falacia. Muchos escritores están a favor de la ley del precio único, pero no prevén esta propuesta no resultaría del todo útil, sino todo lo contrario. Se ciegan por los resultados que les dio a España y a Francia. Pero con todo respeto, el problema que tenían en España, era que se perdían las pequeñas librerías, y la ley era para ayudar a este sector, y no se enfrentaban al problema de que no hubiera librerías, como es el caso de nuestro país. A nosotros nos hace falta librerías y un plan de distribución más eficaz. Además, en España y en Francia, el índice de lectura es muy superior al de nuestro país, y gracias a que su sistema de distribución les ha dado el orden y el método para poder subsistir y abastecer bien a sus consumidores. En México, nos come el monopolio y la falta de orden, pues ante las opiniones de unos en que sí se lee en México y otros que dicen que no, sólo deja en claro que somos expertos en contar, mas no en construir. Sí se lee en nuestro país, y lo que hace falta es más apertura en la distribución. Los que se amparan a esta ley despotrican con las grandes empresas como “Sanborns” y “Comercial Mexicana” porque ellos venden libros y ellos son los culpables de que no haya librerías, cuando la verdad, más que bien, estas empresas acercan a cumplir la tarea de satisfacer a los lectores. Además, en España, en los aeropuertos, se venden libros y no precisamente son librerías los que los venden.
Estoy de acuerdo de que se aplique un precio único a los libros, pero que no se castigue la oferta de estos. Que haya una sana y libre competencia. Ya que se me hace estúpido castigar a los que te faciliten leer una buena obra.
Ayer escuché un debate sobre este tema, y uno de los panelistas, que era un ensayista y estaba a favor del precio único (Daniel Goldin) decía que es una vergüenza ver un libro cerca de los tomates y los jabones, y que un libro no es cualquier cosa, como para que se regatee por él, que no son zapatos ni calcetines, que es mucho mejor que eso, es un libro. Yo creo está confundiendo libro con obra. Una “Divina Comedia” no es peor por ser barato, a otro libro de la “Divina Comedia” que salió más caro. Ni tampoco mi acercamiento con la obra de Walt Whitman se verá a menos, porque compré su libro en Aurrera. Pienso que los libros, como la comida, deberían de ser gratis, y si alguien roba un pan para comer o un libro para leer, no debe de ser castigado. Un libro es un objeto que da placer, como el mismo Daniel Goldin dijo, pero no es un artículo de lujo. Un libro es un conducto, un medio para que la obra fluya, y mientras menos troncos haya en la carretera, más rápido llegaremos a nuestro destino.
La ley del precio único es una gran idea, pero no es factible para nuestro país. Hay lavarnos la cabeza para después lavarnos los pies. Una reestructuración y ordenamiento de los registros de distribución sería un gran paso para el mejoramiento de la lectura. Y en México sí hay lectores, pero no se hace bien. Eso es problema de la educación que se imparte. Y el otro problema es que, hay lectores, pero no hay libros. Es por eso que el Internet se a convertido en una herramienta muy útil. Sin embargo, nos hace falta librerías.
Un maestro decía que cuando estuvo al frente de una biblioteca, y sus números daban como dato que 20 libros se habían perdido, dentro de los cuales habían obras como de Cortazar y Rulfo, su supervisor lo regañó por las pérdidas y el le contestó: “yo creo que no debe de molestarse, al contrario, hay que estar satisfecho, pues hay por lo menos 20 personas que van a leer”.