“Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso, ¡qué soledad errante hasta tucompañía!”
- Pablo Neruda
Antes de dar inicio a la historia de esta semana me remontaré muchos años atrás, cuando "Internet" era una palabra nueva en nuestro vocabulario. En esos tiempo mis amigos y yo, además de pasar interminables horas frente al monitor de una computadora en espera de que bajara la fotografía en que Amy Jo Johnson (la Power Ranger rosa) aparecía desnuda más allá de los hombros (evento que nunca sucedió, pues mamá o alguna tía siempre necesitaban hablar por teléfono y cortaban la conexión justo en el momento en que veríamos rota la inocencia de la actriz), también invertíamos nuestro tiempo en culturizarnos, es decir, aprendiendo insultos de otras latitudes de América. Esto era posible gracias al chat, una herramienta de intercambio cultural invaluable que en dos minutos te hacía descubrir que en Argentina la concha de tu madre no significa el pan dulce de tu mamá. Como verán, las cosas no han cambiado mucho desde aquellos remotos tiempos, pues los foros para conocer personas siguen sirviendo para lo que en teoría fueron creados: mentarle la madre a los argentinos y sacar a la mujer que todos llevamos dentro.
Nuestra mujer interior no era la clásica rubia despampanante, sino una chica de barrio aspirante a modelo, larguirucha y de facciones finas. Unas veces se hacía llamar Vane, en otras Paty, pero por lo general decía ser Kathy. Nunca utilizábamos nickname; poner los nombres arriba mencionados facilitaba más las cosas. En menos de un minuto teníamos a decenas de interesados, lo que provocó que aprendiéramos lo impensable y lo que no pudo enseñarnos la maestra de mecanografía en la escuela: escribir sin ver el teclado y a la misma velocidad que una secretaria. En las charlas nuestros galanes siempre mostraban gran interés por nuestra nacionalidad (siempre éramos argentinas) y nuestro apellido (siempre era el de un ex seleccionado argentino: Olarticoechea, Burruchaga, Ruggeri, Borghi, etc.); eso facilitaba el trámite porque decíamos ser sobrina lejana del futbolista en cuestión y el interesado babeaba en el teclado de su computadora al creer haber encontrado a la mujer perfecta: guapa y amante del fútbol. Para evitar sospechas decíamos no ser modelos profesionales sino aspirante a modelos, llevábamos viviendo en México algunos años (así teníamos justificado utilizar el tú en vez del vos) y trabajábamos de edecanes para poder pagar las clases de actuación en la escuela de actuación de Televisa. Como era de esperarse todos pedían pruebas. Sin embargo, en aquellos días anteriores a Facebook o Myspace no era tan fácil obtener la fotografía de una desconocida guapa, así que les dábamos largas hasta que nuestros galanes empezaban a sospechar que en realidad a quien estaban cortejando era a un hombre (o varios hombres, como era nuestro caso). Eventualmente perfeccionamos nuestra estrategia: escaneamos la foto de la amiga de una amiga y voilá. El primer incauto fue un peruano que a los dos días nos llenó la bandeja del correo electrónico (creado ex profeso para nuestros novios) con poemas y todo tipo de declaraciones amorosas. Un día nos mandó su fotografía, que resultó ser tan horrenda como sus poemas, y dijo querer viajar a México para conocer a Kathy, y luego quién sabe, tal vez incluso llegar hasta el altar. Después de eso, las múltiples personalidades de Kathy coincidimos en que la broma había llegado demasiado lejos. Sin embargo, sólo de imaginar lo divertido que sería citar a nuestro novio en Cancún (donde pasaríamos un fin de semana y por coincidencia estaría modelando Kathy) se nos hacía agua la boca. Luego alguien sugirió ir un poco más lejos, decirle a todos nuestros novios de Latinoamérica que nos viéramos en Cancún el mismo día y a la misma hora, y así serían varios los timados en vez de a uno. La teoría era que el dolor no sería tanto porque se repartiría entre toda la comitiva de pobres diablos. Nunca llevamos a cabo nuestro plan. Kathy era una chica de nobles sentimientos después de todo. A lo más que llegó su maldad fue a improvisar una página de Internet y subir todas las fotografías y poemas de sus novios y luego mandarles la dirección de la página para que abrieran los ojos y se concentraran en buscar a mujeres de su ciudad, de preferencia de carne y hueso.
Acepto que aquello fue una crueldad y que éramos jóvenes, lo cual no es justificación. Pese a ello hoy día, ya adultos, decidimos recordar viejos tiempos y revivir a Kathy, pero con fines más nobles, es decir, con fines científicos. Era imposible no hacerlo. Los avances de la tecnología nos dejaron la mesa puesta y me aventuro en afirmar que en Internet, después de las páginas pornográficas, le siguen en número y en audiencia los foros para encontrar a tu media naranja. Elegimos un sitio que se llama sexymetro. Google nos abasteció de una incontable cantidad de fotografías de mujeres guapas pero no tan guapas para que el margen de credibilidad fuera elevado. Escogimos a la mujer con el busto más pronunciado y le creamos un perfil (esta vez Kathy fue campechana). Dos horas después una carretada de posibles novios nos inundaron de mensajes que exigían conocernos. Por unanimidad seleccionamos al sujeto con cara de más desesperado, que además incluía su número de celular en el mensaje. La oferta era irresistible para no tomarla, así que le mandamos un mensaje desde el celular de una amiga y el resto se dio solito como en toda bonita historia de amor. Al señor X (por ponerle un nombre) le bastó una llamada telefónica con Kathy para enamorarse. Amor a primera llamada. En realidad fueron ocho llamadas, porque ese fue el número de veces en que el señor X llamó, en tan sólo media mañana, al número de Kathy antes de que ésta se animara a contestar por primera vez.
Ahora la relación marcha por buen camino. La feliz pareja ha hablado tan sólo cinco veces (porque así lo ha decidido Kathy al no contestar las 30 llamadas diarias del señor X), y el señor X le ha informado su irrevocable decisión de ir a visitarla este fin de semana, muy a pesar de que ella le ha dicho que tiene compromisos impostergables. “Ese no es impedimento, averiguaré donde vives, tengo amigos que trabajan en Telcel y pueden decirme tu domicilio con sólo darles tu número de celular. P.D. Te extraño amor”, dijo el señor X.
Kathy, aunque ahora teme por su vida, acepta de buena cara las consecuencias que podrían llegar. Gajes del oficio. La mayoría pensará que esto fue una maldad, pero no lo es: en realidad se trata de un simple ejercicio para demostrar cuan solitarias e ingenuas se han convertido las personas que viven su vida detrás de un monitor navegando en Internet.
P.D. Si ahora estás emocionadísimo haciendo las maletas para conocer a la mujer de tu vida que conociste por Internet, yo me lo pensaría dos veces.
a) Puede ser una broma (en caso de que tu chica se llame Kathy).
b) Puedes amanecer descuartizado en la nevera (en caso de que tu chica en realidad sea un psicópata).
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