jueves, 8 de noviembre de 2007

El viernes

Para Ivet

Cuando la luna se pone en acuario,

Llega el tiempo en que los viernes se convierten en el viernes.

En el lugar del vicio,

Sin telas más que la piel,

Con pasos que no dejan huella,

Se presenta la diosa de un solo contacto.

Su cuerpo siempre acabado de esculpir

Y su cara de una belleza, siempre sin interés

Y con una pistola amarrada al brazo,

Pasaba ella entre los borrachos.


Entre tantos tragos la vida no era asco,

Muchos ni siquiera volteaban a verla.

Algunos, los piropos sólo lanzaban,

Pues sabían que con un solo toque,

Sus cuerpos morirían sin descanso.


Era como una mariposa en una cueva,

Las mañas de los viejos era su encanto,

Pedía de beber para después bailar con tal arte,

Así desnuda como una ninfa amante de baco.


Muchos no temían lo que después viniera,

Tocaban la parte del cuerpo que les dio encanto,

Sabían el precio que se pagaba,

Un balazo directo en el cráneo.


Ella bailaba; más bien danzaba ante los hombres,

Ese lugar era un bosque encantado,

Sus hombros, su pelo y sus caderas,

Se movían por magia de lo sagrado.


¡Eso es, sagrado!

Sagrado es lo sagrado,

Su cuerpo, su belleza era de Faustos.

Cada quién medía sus consecuencias,

Cada quién decidía su canto.


Hasta que uno se levantó con lágrimas en los ojos,

La vio desde aquel rincón que lo aguardó en su regazo,

No sé que penas embargó su corazón,

Pero por un instante canjeó su vida por un contacto.


Se acercó mientras ella bailaba.

Sus pechos se movían jugosos con el baile,

Ella le sonrió con sus labios vírgenes,

Y sus nalgas presentó sin algún recato.


El hombre saboreó más su bebida,

Sabía lo que le ocurre a la paloma,

Cuando la serpiente le lengüetea con dulzura,

Sabía que el alcohol aguaba sus venas,

Y que el final vendría con la lujuria.


No le importaba el resultado.

Sintió el lugar que tocaría,

Nada más dudó si con la lengua o con los labios,

Era la entrada a la guarida,

Que el coyote había señalado.


Sintió dulce la lengua,

Al contactar con el ombligo,

De la bella mujer que paró la danza de inmediato,

Un silencio frío en el bar se llevó los alcoholes,

Y esperando todos, el final entendido.


La mujer después de un rato de fijar los ojos en el aún joven,

Continuó su suave baile como arrullo,

Los demás asombrados por tal hecho,

Celebró la hazaña del desconocido.


El hombre no dejó de verla,

Ella cerró los ojos como si la música la penetrara,

Tocó sus muslos y su bello sexo,

Y el hombre rió como recién enamorado.


Pensó en la dicha de vivir con ella,

Se vio dañado de amor entero,

Sintió que la vida por fin era bella,

Y que su destino, siempre fue un futuro cualquiera.

Lloró porque sabía que era ella,

La mujer más deseada para él era inmune,

Supo con certeza artera,

¡Abrazar y besar al numen!


El amor lo lanzó como por reflejo,

Era él el valiente indicado.

Sus brazos flaqueaban en el aire,

Y una bala partió en dos su malvada cabeza.


A las tres salio ella con el arma caliente,

Pues tres veces trabajó sin descanso alguno,

A las cuatro recogieron los cuerpos,

Y a los perros empeñaron tales insumos.

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